miércoles, 12 de diciembre de 2012

TRES ESPOSAS, parte 3.


Julieta.


Hay cosas tan grandes o tan minúsculas que sólo pueden pertenecer a una sola persona, y terminan formando parte de ella como en una aleación química indivisible. Julieta descubrió, cuando era tarde, que Ariel le pedía descomponerse en mil pedazos y desaparecer en un vacío de artificios.

En un principio, había asumido una postura de condescendencia hacia él. Estaba dispuesta a complacer al loco, mientras éste siguiera cumpliendo con su parte. Sin embargo, le costó dejarse a sí misma de lado y comportarse día y noche como Darina. Eso no se lo esperaba, porque cuando Ariel le explicó cómo era aquélla, se le figuró tan parecida a sí misma, que supuso que no tendría que hacer mucho esfuerzo para imitarla.

Uno de los problemas principales fue, precisamente, que de un lado estaba la Darina que Ariel se imaginaba, y del otro la que Julieta había entendido. Una vez se vio obligada a entrar cuarenta veces en el comedor, hasta que logró hacerlo tal cual como Ariel tenía en mente, y así en otros episodios, hasta que el asunto terminó volviéndose una verdadera monserga.

Desde luego, Julieta no comprendió bien en ese entonces en lo que se había metido, pero se le manifestó una honda incomodidad, a pesar de que al exterior demostraba que no tenía absolutamente ningún otro interés que pasársela bien. Esto, cabe mencionar, era cierto. Ya estando allí, tenía que aprovechar para darse la gran vida. Acompañó a Ariel a todas las fiestas, se metió todas las sustancias que pudo, se involucró con hombres que jamás habría conocido ni en sus más excéntricos sueños y sobregiró las tarjetas de crédito. Las otras dos fulanas, Carmen y Emma, se le hacían unas apretadas, por lo que le encantaba escandalizarlas sentándose en las piernas de Ariel de la forma más vulgar posible, por ejemplo, en especial frente a Carmen, que se ponía celosa con mucho menos que eso. Con todo y tanta diversión garantizada, dentro de ella continuaba esa zozobra inefable.

Pero esa situación, que era más o menos llevadera, cambió cuando Ariel dejó de preocuparse por la forma y se enfocó en manipular los detalles, a veces íntimos y profundos, muchos de los cuales tal vez se había inventado, o creía recordar de un pasado nebuloso y distorsionado. Lo que era un juego, se tornó en esclavitud. El día en que Julieta intentó rebelarse, no pudo soportar la miseria y el síndrome de abstinencia cuando Ariel la dejó en la calle, y regresó con él. 

Llegó a un punto en que a veces ya no sabía quién era ella, y en las noches dudaba entre pesadillas si alguna vez había sido Julieta Gómez. Tenía miedo de perderse en el torbellino de su desconcierto, y supo que tendría que cambiar su perspectiva o morir… 

CONTINUARÁ...

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