miércoles, 9 de enero de 2013

TRES ESPOSAS, parte 5.

Carmen. Crisis. Clímax.


Un hombre es un hombre era la obra de Brecht que Carmen intentaba recordar desde hacía meses. Sabía que alguna vez vio representada en alguna parte su propia desgracia de asumir una identidad ajena, y, al releer el texto en la biblioteca de Ariel, Julieta le pareció menos trastornada que cuando la escuchó vociferar por primera vez que ya no sabía si era Julieta o Darina. En aquel instante pensó que era una consecuencia de las muchas drogas que se metía, pero ahora ella misma empezaba a dudar si el gesto que estaba realizando frente al espejo era suyo o alguno de los que le había copiado a Altea.

Lo peor es que Altea ni siquiera le agradaba. Como actriz, le parecía anquilosada y chillona, y una diva ridícula en la vida real. Quién le iba a decir que el inicio de su carrera consistiría en captar cada uno de sus movimientos e inflexiones casi las veinticuatro horas del día. Le aterró la sola idea de terminar siendo como ella. Si iba a ser una pésima actriz y una frívola, por lo menos quería serlo a su manera.

Por otro lado, su única esperanza en un mundo que ya no le generaba más que desilusiones, como el fracaso en taquilla y las burlas por la biografía musical de Altea, era el espejismo de que Ariel la amaba. Sin importar cuantas veces se echara al plato a Julieta, o que tuviera deferencias con Emma que a ella jamás le iba a conceder, Carmen se aferraba a la idea de que era enteramente correspondida por él, como a una tabla astillada flotando precariamente en mitad del mar. Con tal antecedente, está de más declarar que el momento de la anagnórisis fue devastador.  

No pudo resistir más y le habló a Ariel de sus sentimientos. Él recibió la confesión enojándose y reclamando que Altea jamás habría tenido semejante arranque emocional. Luego le aclaró que sólo la quería para llenar un poco la ausencia de su único amor, y le advirtió que si le volvía a salir con un discurso estúpido de ese tipo y a abandonar su personaje, la echaría de la casa y se tendría que olvidar de los contactos profesionales que sólo él podía conseguirle. Tras superar su sorpresa al descubrir que existía alguien a quien saberse amado le causaba molestia, tomó la gran decisión. Salió al jardín y en el cuarto de herramientas tomó una cuerda. No se dio cuenta de que Emma leía en el porche, aunque la luz del atardecer ya no era suficiente.

Después de ver las acciones y el estado emocional de Carmen, Emma tardó un poco en deducir lo que estaba pasando. Corrió a tocar en su puerta, pero ella no contestó, con lo cual confirmó sus sospechas. No había tiempo que perder. Ariel tenía una llave que guardaba en su bolsillo con la que se abrían todos los cerrojos interiores de la casa, motivo por el cual Emma siempre atrancaba su puerta con una pesada cajonera. Tenía que pedirle la llave inmediatamente, pero resultó que él acababa de salir. Desesperada, trató de disuadir a Carmen a gritos. Tras escucharla, Julieta apareció, y cuando Emma le hubo explicado torpemente, se sacó un pasador de la cabeza y abrió la cerradura en un santiamén. Emma nunca quiso preguntarle después en qué circunstancias había aprendido a hacer eso, pero fue providencial porque Carmen acababa de colgarse del candelabro, pero aún seguía viva. La bajaron de allí lo más rápido posible, y se cercioraron de que respirara correctamente. No fue necesario llamar una ambulancia.  

Era la primera vez que las tres mujeres estaban reunidas sin que mediara la hostilidad entre ellas. Emma preparó un té y Julieta consoló a Carmen, aunque se echó a llorar también. Cuando las tres estuvieron tranquilas, pudieron hablar de sus experiencias, y descubrir que a pesar de todo ese tiempo viviendo en la misma casa, no tenían idea de quiénes eran esos otros dos seres humanos… tres, contando a Ariel.

Carmen habló del vacío que la había llevado a intentar suicidarse, y cómo no tuvo ganas de escribir una nota porque no se le ocurrió nadie a quien le pudiera importar, ni siquiera a sus padres, que la habían corrido de su casa a los dieciséis años. Julieta se tuvo que encargar de sus hermanos pequeños desde la misma edad, porque su madre era una adicta como ella. A Emma siempre la había apoyado su familia, pero después de su muerte estaba aterrada ante la perspectiva de enfrentarse a la vida sola y al cuidado de una hermana con problemas físicos de gravedad. También les afirmó que Ariel tenía un lado vulnerable… y en ese momento se le ocurrió lo que podrían hacer, por lo menos para experimentar.

Hacía dos semanas, Emma había buscado a Sonia y a su hijo. Al hablar con ellos percibió que en el guión Ariel había omitido muchos aspectos de su exesposa, porque seguramente no le gustaban, entre ellos el propio Moisés. Entonces pensó que la peor lección que podía recibir Ariel era que las tres se comportaran como Altea, Sonia y Darina HASTA EL ÚLTIMO DETALLE. Las tres nuevas amigas descubrieron cierto poder en su unión, y si bien el plan no las ayudaría a solucionar sus problemas, por lo menos serían ellas las que se divertirían ahora…

CONTINUARÁ...

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