miércoles, 25 de septiembre de 2013

CONSPIRACIÓN EN EDRÓPOLI

Estafas Tecnológicas


Cuando los astronautas fundadores naufragaron en Edrópoli, era un lugar árido y hostil para el ser humano. Al principio, quedaron maravillados con la belleza de sus cielos fosforescentes, los brillos mágicos y la posibilidad de visualizar objetos en cuarta dimensión, como los hipercubos. No obstante, al poco tiempo el encanto acabó y algunos murieron de asfixia o sufrieron atrofias cerebrales graves. El grupo restante se encerró en la nave a planear como comunicarse con la tierra, pero fue imposible. En lugar de eso, tuvieron que idear toda una nueva tecnología para adaptarse a su nuevo planeta, y, entre otras cosas, una ingeniera y un médico crearon el cerebro artificial que les permitió a sus compañeros con daño neurológico volver a ser ellos mismos.

Siglos después, la evolución hizo su parte para adaptar a los organismos, incluyendo los de algunos animales que trajeron los segundos astronautas, para respirar y subsistir en el medio de Edrópoli, pero los cerebros artificiales continuaron siendo necesarios, casi tanto como las casas flotantes que reducen el contacto de la gente con los mares de ácido y veneno, porque dichos cerebros no sólo son auxiliares en las contingencias de salud, sino que permiten el aumento de la inteligencia a grados sobrehumanos. Como en toda sociedad, el privilegio de la tecnología favorece a unos cuantos, por lo que en el submundo surgió el tráfico de cerebros artificiales, algunos de desarrollo pirata, otros hurtados, y algunos conseguidos en contubernio con los propios fabricantes. 

La realidad en Edrópoli es que, al igual que la antigua civilización madre estaba provista de hardware y software de todo tipo, ya en todos los dodecaedros las personas tenían su cerebro artificial, lo necesitaran o no, y el tráfico de cerebros se convirtió en un negocio tan lucrativo como peligroso. 

Y el motivo para narrar todo esto es llegar a la verdad de que el búho telepático era un fraude. No era más que un búho común, el cual cambiaban cada vez que se moría el anterior, equipado con un cerebro artificial de primera línea, y un intercomunicador especial que nunca salió al mercado. Eso descubrieron los anarquistas desde el primer momento en que analizaron al ave y percibieron sus movimientos y palabras mecanizadas, clásicos de un ser de inteligencia inferior o atrofiada, que debía todas sus facultades cognitivas y conductuales al órgano-aparato. El unico interés del bicho, con todo y su nutrido léxico,  era que le dieran comida. 

El rapto ya no era necesario, pero la misión seguía en pie. Sólo había variado. Lo importante sería descubrir dos cosas: quién estaba detrás del fraude de Morek, y quién dejó al búho en la puerta para que lo descubrieran, y desde luego, Mónica podía proceder a utilizar su "telepatía" como siempre pretendió.

David llamó en ese momento para avisar que la boda daría comienzo. Sería necesario improvisar, pero allí estaba la oportunidad...



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