Salíamos todas como un solo ser después de
la escuela y cruzábamos la Avenida Madero en fila, descalzas, sintiéndonos en Abbey
Road, y luego comíamos una hamburguesa en una de esas fuentes de sodas del
centro, tan anacrónicas como nuestros gustos musicales. Más tarde, alguna creía
ver un hombre guapo por Villalongín, y entonces corríamos libres a ese
encuentro imaginario.
Esto lo repaso, detalle a detalle, mientras
recorro la Avenida Madero, con zapatos apretados. Al cruzar la calle, esquivo
un carrusel de rostros de pueblo cansado, que son espejos, y al pasar junto a
la fuente de sodas, la veo convertida en una tienda de ropa de mala calidad. En
Villalongín, la policía está arrestando a unos sujetos, por lo que las personas
caminan rápidamente en dirección contraria, solas y asustadas tras ese
encuentro indeseado.
Nosotras, mientras tanto, somos los fragmentos de un planeta desintegrado flotando en el espacio.
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